El
horario de verano es el horario que sigue la convención por la cual
se adelantan los relojes para usar más la luz diurna. Normalmente
los relojes se adelantan una hora a principios de la primavera y se
retrasan de nuevo en otoño. El horario de verano moderno fue
propuesto por primera vez por Benjamin Franklin. Se empleó
ampliamente por primera vez en 1916, durante la Primera Guerra
Mundial, para ahorrar carbón. A pesar de las controversias, muchos
países lo vienen empleando desde entonces. Los detalles horarios
difieren dependiendo del país y a veces son modificados.
El
añadir tiempo de luz diurna a las tardes beneficia al comercio, a la
práctica deportiva y otras actividades a las que favorece la
presencia de luz tras la jornada laboral, pero puede ocasionar
problemas a la agricultura y a otras ocupaciones que dependen del
tiempo de exposición a la luz solar. El incremento vespertino de luz
puede ayudar a disminuir los accidentes de tráfico, pero sus efectos
sobre la salud y la incidencia del crimen están menos claros. Se
dice que mediante el horario de verano se ahorra energía eléctrica
al reducirse la necesidad de iluminación artificial, pero las
evidencias que lo apoyan son débiles, dado que el horario de verano
puede estimular la aparición de picos de demanda, lo que incrementa
los costes.
Por
otra parte, los cambios de horario dificultan la percepción del
tiempo y pueden causar problemas de sueño a las personas, así como
trastocar reuniones, viajes, facturación de equipaje, el
mantenimiento de registros, dispositivos médicos y el uso de
maquinaria pesada.
Pero
hay otro problema. En España desde marzo de 1940 vivimos en invierno
con el horario de verano, porque en aquella fecha, en plena Segunda
Guerra Mundial, el régimen de Franco decidió adelantar la hora
oficial 60 minutos para sincronizarla con la de Alemania. Y desde
entonces ni el propio Franco ni los sucesivos gobiernos democráticos
volvieron a colocar la hora de España en el sitio que le
corresponde, que es el del tiempo del Meridiano de Greenwich, el
mismo que tienen el Reino Unido y Portugal. No sólo no se corrigió
la medida, sino que sin tener en cuenta el error del cambio de hora
heredado desde 1940, cuando la Unión Europea ordenó a los países
miembros la implantación del horario de verano, en España se
decidió aplicarlo sin más. Es decir, se decidió avanzar los
relojes 60 minutos más sobre los 60 que ya se adelantaron en la
dictadura. Eso es lo que explica por qué desde el último domingo de
marzo al último de octubre en España vamos dos horas por delante de
nuestro horario solar, y que de octubre a marzo, con el invierno
entero incluido, estemos una hora por delante. Dicho de otra forma,
España tiene en invierno el horario de verano y en verano no se sabe
muy bien el qué.

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