En diciembre de 1493,
Alonso Fernández de Lugo obtuvo de los Reyes Católicos la
confirmación de sus derechos de conquista sobre la isla de Tenerife
y, a cambio de renunciar a la prima prometida por la conquista de La
Palma, reclamó el gobierno de la isla, aunque no obtuvo
participación en el quinto real. La financiación de la conquista
fue llevada a cabo con la venta de sus plantaciones de azúcar en el
valle de Agaete, obtenido tras la conquista de Gran Canaria, y
asociándose con comerciantes italianos asentados en Sevilla.
El adelantado Alonso
Fernández de Lugo inició la conquista de Tenerife el 1 de mayo de
1494 después de varios intentos fallidos. Tenerife era la única
isla no conquistada por entonces, después de que el propio Fernández
de Lugo hubiera dirigido la colonización de Gran Canaria y La Palma.
Los propios Reyes Católicos impulsaron esta campaña que se prolongó
durante dos años y que comenzó con el desembarco de los castellanos
en la costa de Santa Cruz de Tenerife, muy cerca del casco histórico
de la ciudad. Por entonces la isla estaba dividida en nueve reinos
gobernados por menceyes: Cuatro de ellos pactaron con los
conquistadores, pero otros se resistieron. La expedición castellana
estaba formada por varios centenares de personas, entre españoles y
canarios de otras islas, y desde un primer momento establecieron
dichos pactos amistosos con los llamados reinos de paces: Güímar,
Adeje, Abona y Anaga. Acampados en La Laguna de Aguere, en un lugar
que desde entonces recibe el nombre de Gracia, se entrevistaron con
el líder de los reinos de guerra, Bencomo. Ante la exigencia de
sumisión del Adelantado, el mencey Bencomo contestó que si venía
en son de paz fuera bienvenido, y que en caso contrario abandonara la
isla o habría lucha.
Desoyendo la advertencia
del líder guanche, los españoles se adentraron hasta el Valle de La
Orotava en busca de ganado. Al regresar, fueron emboscados y
derrotados por los aborígenes en la conocida batalla del barranco de
Acentejo. Esto hizo retroceder a los conquistadores a Gran Canaria,
si bien regresaron en 1495 y se impusieron por la fuerza después de
derrotar al pueblo guanche en las batallas de La Laguna y La Victoria
de Acentejo. Una epidemia de peste que afectó a la población
guanche disminuyó notablemente la población aborigen. Finalmente en
febrero de 1496, la isla de Tenerife pasó a formar parte de la
Corona de Castilla. Muchos de sus habitantes fueron convertidos en
esclavos, a pesar de que en 1434 el Papa Eugenio IV había prohibido
el comercio de esclavos con habitantes de las islas Canarias. Las
últimas operaciones de la conquista se limitaron a destruir la
escasa resistencia que quedaba en Tenerife, a capturar esclavos y
reunir ganado. En 1511 se ordenó la puesta en libertad de los
guanches cautivos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario