Según relata Fray Alonso
de Espinosa, iban dos pastores guanches a encerrar su ganado a las
cuevas cuando notaron que el ganado se remolinaba y no quería
entrar. Buscando la causa miraron hacia la desembocadura del Barranco
de Chimisay y vieron sobre una peña, cerca del mar, la figura de una
mujer. Como estaba prohibido a los hombres hablar o acercarse a las
mujeres en despoblado, le hicieron señas para que se retirase a fin
de que pasase el ganado. Uno quiso tirarle una piedra pero el brazo
se le quedó yerto y sin movimiento. El otro pastor quiso herirla con
su cuchillo. Pero en lugar de herirla, quedó herido el mismo.
Asustados, huyeron los dos pastores a la cueva del mencey Acaymo,
para referirle lo acontecido. El mencey acudió con sus consejeros.
Ella no respondía pero nadie se atrevía a tocarla. El mencey
decidió que fuesen los mismos dos pastores ya heridos quienes la
recogieran para llevarla al palacio. Al contacto con la imagen,
quedaron sanados. El mencey comprendió que aquella mujer con un niño
en brazos era cosa sobrenatural. El mismo rey entonces quiso llevarla
en sus brazos, pero después de un trecho, por el peso, necesitó
pedir socorro. Por eso en lugar de la aparición hay hoy día una
cruz y en el lugar donde el mencey pidió socorro, un santuario a la
virgen del Socorro. La llevaron a una cueva cerca del palacio del rey
hoy convertida en capilla. Más tarde un joven llamado Antón
Guanche, que había sido esclavo de los castellanos y había logrado
escapar y regresar a la isla, reconoció en la imagen milagrosa a la
Virgen María. Él, habiendo sido bautizado le relató al mencey y a
su corte la fe cristiana. Así llegaron a conocer a la Virgen María
como "La Madre del sustentador del cielo y tierra", en el
idioma Guanche: Chaxiraxi, y la trasladaron a la Cueva de Achbinico
para veneración pública.
En 1497 el conquistador
de Tenerife, Alonso Fernández de Lugo, celebró en la Cueva de San
Blas la primera Fiesta de las Candelas, coincidiendo ésta con la
Festividad de la Purificación de la Virgen (Fiesta de la
Presentación del Niño Jesús en el Templo*). Considerado éste
acontecimiento, como el inicio de la devoción cristiana a la
advocación mariana de La Candelaria. En 1526 se edificó un
santuario por los muchos prodigios que Dios obraba por Nuestra Señora
de la Candelaria.
El culto a la Virgen de
Candelaria tuvo desde éstos primeros tiempos tras la colonización
una grandísima difusión por todas las islas del archipiélago,
culto difundido sobre todo por la Orden Dominica, que aún custodia
su Santuario.
El 2 de febrero de 1672
se consagró la primera iglesia de la Candelaria, dada la pequeña
capacidad y estado ruinoso del santuario anterior. Dicho templo fue
destruido por un incendio el 15 de febrero de 1789, Solo pudieron
salvar la imagen de la Virgen y otras tallas, que albergaron en la
cueva de San Blas, donde permanecieron 14 años.
En la noche del 6 al 7 de
noviembre de 1826 la imagen se perdió víctima de una inundación
que ocasionó numerosos destrozos, arrastrando al mar la imagen de la
Virgen, la ermita y parte del convento. Después de una búsqueda
infructuosa se decidió encargar una nueva talla que sustituyera a la
desaparecida. Para ello se eligió al imaginero orotavense Fernando
Estévez, esta imagen es la que hoy se puede ver en la Basílica de
la Virgen.
En 1947 fue nombrado
obispo de Tenerife Domingo Pérez Cáceres, que impulsó la
construcción de una basílica monumental que magnificara la devoción
por la Virgen, su construcción terminó en 1959.

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